miércoles, 15 de julio de 2009

La luna se asoma, alta y pálida, por entre las ramas de un árbol frondoso. Los ruidos se oyen extrañamente lejanos. Desde una ventana llegan algunas notas de una música lenta y agradable. Un poco más abajo, las líneas blancas del campo de tenis resplandecen rectas bajo la palidez lunar y el fondo de la piscina vacía espera melancólico el verano. En el primer piso del edificio una muchacha rubia, no muy alta, de ojos azules y piel aterciopelada, se mira indecisa en el espejo.

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